Sunday, October 30, 2005

Más allá de las columnas en el siglo XXI


Hace miles de años se cree desapareció de la faz de la tierra una isla de la que se habló de oriente a occidente por cientos de años hasta nuestros días. Su ubicación es aún hoy desconocida y se dice que en la misma habitaba una civilización muy avanzada que vivía aislada del mundo exterior y de los cambios climáticos.

Este relato fue dado por primera vez hace ya dos mil trescientos cincuenta años por el genio griego Platón en sus diálogos Timeo y Critias. Su discípulo Aristóteles negó la existencia de tan extraordinaria historia y muchos otros hombres a lo largo de los siglos han tratado de desentrañar la historia perdida de esa ciudad.

Más allá de las columnas de Hércules vivió la mítica Atlántida que, cegada por su enorme poder, se cuenta se atrevió a desafiar a los mismísimos dioses. Un día y una noche bastaron para acabar con ella. Pero esta isla durará por la eternidad en las mentes de aquellos que crearon un mundo aislado dentro del mundo, un mundo que vivió allende los mares en la grandeza, paz y gloria dionisíaca.

Dos mil trescientos cincuenta años después el mundo se perfila como casi doscientas islas en un solo planeta. Doscientas islas que dominan sus territorios y prometen dádivas, grandeza, riqueza, paz y tranquilidad a sus ciudadanos. He aquí la historia de un planeta llamado tierra.

En el año 2005 el planeta tierra está dividido en cinco continentes que se componen de doscientos tres países rodeados por una frontera imaginaria. Fronteras que a su vez crearon divisiones imaginarias entre sus ciudadanos y que han creado barreras que a pesar de no existir naturalmente, han establecido doscientos tres mundos disímiles y aislados; que han encarnecido cruentas batallas muchos y cientos de disputas muchos otros.

Por encima de estas delimitaciones territoriales se ha dado por dividir tan pequeño planeta en dos mundos distintos. El uno, es conocido como un mundo frío, enriquecido, cruento, capitalista, y harto de poder que ha sojuzgado al otro. El otro, es un mundo noble, humilde, humillado por la historia, sojuzgado por el fuerte, batallante en la miseria y ofuscadamente desesperado de salir de su pobreza.

Estos dos mundos, tan disímiles y diversos discuten año con año en una organización que fue creada en el año de 1945 con el fin máximo y primo de mantener la paz mediante la cooperación internacional y la seguridad colectiva, fomentar entre las naciones relaciones de amistad, realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales y promover el respeto de los derechos humanos.[1]

Hoy esta organización internacional está compuesta por 191 países del planeta representados en la Asamblea General; asamblea que persiguiendo los mismos fines que en su carta de creación, como pueblos unidos de las Naciones Unidas, urgían representar en un sistema anárquico sus diversas necesidades, urgencias y reclamos para la solución de conflictos.

En la cumbre Mundial del año 2005, estos países congregados todos en la reunión plenaria de la Asamblea acordaron adoptar medidas ante los heterogéneos desafíos que el mundo enfrenta.

Las Metas del Milenio pretenden aportar 50,000 millones de dólares anuales para luchar contra la pobreza, apoyar iniciativas inmediatas para apoyar la educación y la atención de la salud en los países pobres, condenar sin reservas el terrorismo internacional, ayudar a los países en guerra a conciliar la paz, proteger el derecho a la vida y sancionar el genocidio y la depuración étnica, reafirmar la democracia como un valor universal, reconocer el serio problema que significan los cambios climáticos, y por último luchar contra enfermedades como el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, la tuberculosis y el paludismo.

Estas metas están lejos de cumplirse en el año 2015. La pobreza extrema aún existirá en nuestras naciones pobres. La educación no llegará a la casa de todos los jóvenes que habitan el mundo. La igualdad de género no será reconocida por todos los habitantes del planeta. Cientos de miles de niños morirán en los próximos años y la mortandad infantil no tendrá el decrecendo esperado. La salud materna no será totalmente mejorada. Enfermedades como el SIDA y el paludismo continuarán siendo endémicas en muchas regiones del mundo. El medio ambiente seguirá cambiando y el hombre tendrá que habituarse a este curso evolutivo natural. El resultado de estas metas simplemente no será el esperado.

Estas son noticias alarmantes para el mundo y sus habitantes, noticias que nos alejan cada vez más de esa Atlántida de la que Platón alguna vez escucho. Estas son noticias reales, frías y claras. El mundo tiene que hacer algo al respecto. El mundo debe unirse y prepararse para combatirlas.

El mundo simplemente no está listo para hacer nada al respecto y las enfermedades, desigualdades, muertes y pobreza seguirán reinando en muchas regiones e incluso naciones enteras.

No necesitamos a un facundo, rústico y cargante demagogo para reconocer esta realidad. No necesitamos a alguien que hable ante las naciones del mundo para anunciar su férreo odio contra la nación más poderosa del mundo. No necesitamos un chafarote, como socarronamente se le conoce a los militares, para entender que el mundo se encuentra en crisis.

La historia es más que clara, no podemos mantener la marcha dialogando año con año ante una lustrosa asamblea mundial que se reúne para solucionar los problemas de cada uno de los habitantes del planeta. Ya lo hemos hecho por más de cincuenta años y todas las batallas se han perdido.

Es hora de que cada una de esas naciones empiece a pensar el retorno a sus fronteras, es hora de que cada una de esas naciones olvide el gastado discurso de paz y fraternidad. Es hora de solucionar los problemas en casa y “barrer con nuestras propias escobas”. Esas metas nunca se van a alcanzar trabajando como hasta ahora hemos tratado de lograrlas.

Esta es una analogía de la Atlántida de la que hablaban los antiguos griegos. En esta Atlántida el poder no nos ha cegado y hemos desatado la furia de los dioses. En esta Atlántida lo que nos ha cegado han sido nuestras metas convertidas en ideales.

Finalmente, es en esta Atlántida donde los dioses que nos llevarán a la destrucción somos nosotros mismos reunidos en una asamblea que soñó en el mítico ideal de un mundo más allá de las columnas de Hércules.



[1] Carta de las Naciones Unidas. http://www.un.org/spanish/aboutun/charter/index.htm

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