Wednesday, December 07, 2005

Yo el Supremo por Augusto Roa Bastos

"It is a paradox that every dictator has climbed to power on the ladder of free speech. Immediately on attaining power each dictator has suppressed all free speech except his own." Herbert Hoover

Augusto Roa Bastos nació en la ciudad de Asunción, Paraguay el 13 de junio de 1917 y falleció en la misma ciudad el 26 de abril de 2005 luego de haber vivido en el exilio cuando se estableció la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay.

A lo largo de su carrera Roa Bastos recibió varios premios a las letras entre los que se encuentran el Concurso Internacional de Novelas Editorial Losada en 1959, el Premio de las Letras Memorial de América Latina en Brasil el año de 1988 y el Premio Cervantes a la Literatura en el año de 1989.

Roa Bastos fue un poeta, un novelista, un dramaturgo y un historiador que tuvo frutos literarios en todas las áreas literarias que abarco. Su obra cumbre la finalizó en 1974 y la tituló Yo el Supremo.

Yo el Supremo presenta una reseña histórica a la vida política del que fuera el Dictador Supremo paraguayo a lo largo de 26 años: José Gaspar Rodríguez de Francia. Su obra es un claro ataque al autoritarismo y una crítica al poder. Es un ataque a la represión que se vivió en el país por 26 años y es una visión equilibrada que se basa en el uso de la prosa y la palabrería para relatar la historia del doctor Francia desde la perspectiva de las víctimas de su régimen. Todo esto recorrido a lo largo de las anotaciones recabadas en su Cuaderno Privado.

Es así que la obra es escrita en una especie de discurso-dictado, como ha sido claramente demostrado por críticos de su obra a lo largo de toda latino América, en el que Él Supremo relata sus pensamientos a través de afirmaciones sucedidas de contradicciones que Roa Bastos utiliza para ejemplificar la mística ficción con que El Supremo gobernó por 26 años.

El caudillismo latinoamericano es el producto del rompimiento que el continente americano realizó a inicios siglo XIX con la metrópoli española. El surgimiento de un poder criollo en busca de reafirmar sus intereses político y socioeconómicos se mostró representado en la elevación al poder de figuras paternalistas que reflejaban la ausencia de una cabeza de estado, que antaño fuese el lejano rey en la madre patria.

Por más de 50 años a lo largo de toda América la sucesión de gobiernos apoyados por la ruptura del orden y la ley permitió el ascenso de figuras militares y de poder criollas que se asieron en el poder del gobierno y establecieron regímenes perpetuos dictatoriales, que se remontan a la república romana como la figura de un magistrado extraordinario con poderes ilimitados presente en los períodos de guerra.

Luego de que los países latinoamericanos declaran su independencia de la corona española le sucede un período de inestabilidad política y anarquismo en el cual el sustento del poder está basado en débiles hilos que atan a las autoridades tradicionales al poder.

Esta ausencia de un poder que defendiese a los nacientes estados da lugar al ascenso de un poder caudillista que habría de defender los intereses y libertades de los nuevos estados. Este poder estaría centralizado en figuras que tomarían el control absoluto y dictatorial del poder y restablecerían el orden social luego de eliminadas las amenazas exteriores por países vecinos o por la corona española.

Paraguay no escapó a este sistema en constante amenaza por las naciones vecinas y desde antaño miraba amenazadas sus salidas comerciales al mundo exterior. Paraguay vio como era amenazada por dos frentes principales que provenían de las Provincias del Río de la Plata al sur y del imperio brasileño al este.

Fue así que el establecimiento de un poder caudillista similar al que se aplicaba ya en el resto de países latinoamericanos encontró cuna en la ciudad de Asunción en el año de 1814 con el otorgamiento de poderes dictatoriales al doctor Francia. Luego de la independencia paraguaya en 1811 y el establecimiento de una Junta de Gobierno el rápido ascenso y control del gobierno por un erudito ilustrado como era José Gaspar Rodríguez de Francia le permitió acaparar primero el control de la mitad del ejército y armamento disponible como Encargado de Asuntos Exteriores paraguayo. Finalmente le otorgó tres años de poder absoluto como cónsul en la que abría de ser la primera república de América Latina y que estaría bajo su control hasta 1840.

Sus políticas caudillistas le otorgaron el poder de crear una policía secreta, cerrar las fronteras de la república al ingreso del comercio y personas del exterior moviendo al país entero a una economía de autosuficiencia. Francia eliminó el poder de la Iglesia católica que representaba el antiguo poder de las elites criollas y se nombró cabeza de la iglesia paraguaya, siendo luego excomulgado por el Papa. Se decidió a eliminar paulatinamente la presencia española y luego de un sistema de arrestos, torturas y asesinatos se aseguró el control de 26 años de gobierno y la eliminación del poder criollo o el español en la república.

En el mismo momento en países vecinos a Paraguay se había establecido ya sistemas caudillistas en Perú, Bolivia y el Río de la Plata que variaron mucho del sistema establecido por el Doctor Francia.

El sistema paraguayo del Dr. Francia se estableció con la existencia de una elite político-económica débil luego de la destrucción de los estamentos conformados por los peninsulares, los criollos y la Iglesia pre-independentistas. En Perú, Bolivia y el Río de la Plata se conservaron estos estamentos y la Iglesia mantuvo su existencia como un representante de los intereses conservadores del país.

En Paraguay se mostró un rápido ascenso de una baja burguesía que ascendió al control de los medios de producción y adquirió las propiedades que pertenecían a los conventos y seminarios de la Iglesia Católica, Iglesia que debió someterse al gobierno paraguayo, con Francia como jefe eclesiástico.

Perú, Bolivia y el Río de la Plata continuaron dependiendo del comercio exterior con los países europeos mientras que Paraguay se sumió rápidamente en un sistema económico de autosuficiencia e incluso de subsistencia alejándose cada vez más del comercio exterior. Comercio que se mantuvo bajo el control directo del gobierno y que se encontraba regulado por el Dr. Francia en sus anotaciones de debe-haber del Cuaderno Privado.

La obra inicia con un pasquín realizado por traidores al gobierno de Francia. Este pasquín representa desde el inicio los intereses de los criollos a los que acusa de utilizar la escritura para refrendar un ataque directo contra su gobierno. Francia acusa a los redactores de este pasquín de ser los culpables, pues ellos son los únicos capaces de cometer semejante crimen contra Paraguay.

“¡Qué libros va a haber aquí fuera de los míos!”
[1] Este es claramente un mensaje directo a que la oralidad habrá de estar presente en el relato de la obra, siendo así que el juego de palabras y su deformación parodiada servirán de modelo para expresar su intento de regresar a la tradición oral y por lo tanto social del Paraguay guaraní pre-colonial.

A lo largo del libro se presenta el relato del gobierno de Rodríguez Francia comentando el desarrollo de su gobierno y las afrentas externas provenientes del sur y del este que amenazan la soberanía de su república. Aunada a la amenaza que presentan los poderes criollos aún existentes en el Paraguay.

En palabras del Doctor Francia los criollos: “Profetizaron convertir a este país en la nueva Atenas. Areópago de las ciencias, las letras, las artes de este Continente. Lo que buscaban era en realidad bajo tales quimeras entregar el Paraguay y al mejor postor… ¡Areópagos a mí! ¡A la cárcel, collones!”
[2]

El Supremo se dedica luego a iniciar el dictado a Patiño de sus palabras para ser escritos en el Cuaderno Privado en el que se habrá de dar cuenta de todo y se pagará hasta el último céntimo. Cuaderno Privado que representa que la escritura está en sus manos, por lo tanto en sus manos está el poder mismo.

El Cuaderno Privado es un balance exacto de las cuentas del país. No es un diario de historias ficticias, ni mucho menos de pensamientos simplemente es un recuento del haber-debe del país.

El Supremo surge aquí como la
fuente dupla guaraní del Yo-Él. Es el nacer guaraní de las dos almas de todos los seres, un alma que es material y la otra que es verbal. Un alma que representa al gobernante y otra que represente a los gobernados, ambos, bajo su nombre. José Gaspar Rodríguez de Francia gobierna y es el gobierno mismo. “El Yo sólo se manifiesta a través del Él. Yo no me hablo a mí. Me escucho a través de Él.”[3]

El relato de Francia representa el ascetismo con el que vivió a lo largo de su gobierno y refleja sus ideales de retornar a la vida guaraní de subsistencia y de paz alejándose cada vez más del poder escrito impuesto por los europeos y sus gangrenosos intereses comerciales.

Se presenta a Asunción como el centro de gobierno en el que se desarrolla la novela entera y se refiere en esta los festivales ofrecidos a los visitantes de las Provincias y del Imperio. “Asunción ciudad-capital. Fundadora de pueblos. Amparo-reparo de la conquista.”
[4] Se presenta también el sitio en donde habrían de encontrarse viviendo en condiciones infrahumanas los últimos sobrevivientes del antiguo régimen en Tevegó que es descrita como un área sucia, desértica, insana, perniciosa y tórrida plagada de aquellos que trataron de acabar con el régimen que el pueblo mismo había establecido.

Francia siempre pensó de si mismo como un:

“Gobernante Supremo, también soy vuestro padre natural. Vuestro amigo. Vuestro compañero. Como quien sabe todo lo que se ha de saber y más, les iré instruyendo lo que deben hacer para seguir adelante. Con órdenes si, más bien con los conocimientos que les faltan sobre el origen, sobre el destino de nuestra Nación.”
[5]

Francia era un ilustrado y por lo tanto:
“Me acusaron reo de la sociedad. Promotor subversivo de novedades, de divisiones, de enfrentamientos. A ver, señores militares y aristócratas, no basta dar cualquier nombre a las cosas… ¿por un verdadero Gobierno surgido de un Congreso General en el que estén representados todos los ciudadanos? ¿Por qué han de tachar de subversivo a quien propone que las autoridades sean elegidas por asambleas ampliamente populares?”
[6]

Es este Gobernante Supremo, persona segura del poder que detenta. Cree de si mismo el enviado para dirigir a un pueblo carente de los conocimiento necesarios para escribir el futuro de una Nación entera que clamó su auxilio al solicitarle regresara como líder del gobierno ante la amenaza porteñista.

“Investido del Poder Absoluto, El Supremo Dictador no tiene viejos amigos. Sólo tiene nuevos enemigos. Su sangre no es agua de ciénaga ni reconoce descendencia dinástica. Esta no existe sino como voluntad soberana del pueblo, fuente del Poder Absoluto, del absolutamente poder.”
[7]

Es Él Supremo el único que como: “director y jefe civil, apareciera como el árbitro de la conciliación frente a las fuerzas en pugna para la institucionalización del país.”
[8] Sólo el detentaba el conocimiento y sabiduría para la institucionalización del país. Nadie más que él.

En referencia a la amenaza que representan los poderes extranjeros para Paraguay El Supremo se encarga de decir de ellos:

“Estados extranjeros. Gobiernos rapaces, insaciables agarradores de lo ajeno. Su perfidia y mala fe las tengo de antiguo bien conocidas. Llámese Imperio del Portugal o del Brasil… El pantagruélico imperio de voracidad insaciable sueña con tragarse al Paraguay igual que un manso cordero… La Banda Oriental. Sus bandas de forajidos fueron los que ayudaron a cerrar aún más el bloqueo de la navegación… La Hidra de Plata es precisamente la única que sigue insistiendo en su afán de apropiarse del Paraguay. Para destruirlo, mutilarlo, cercenarlo, ya que no ha conseguido anexarlo al conjunto de las pobres provincias sofocadas entre sus tentáculos.”
[9]

Por lo tanto Paraguay habría de acabar con estos poderes y enviarles un mensaje de que nunca habrían de someterse a España, Lima, Buenos Aires, Brasil u otra potencia extranjera que pretenda sojuzgarlos.

El Imperio había mandado a Mantel Correia da Cámara junto a la misión porteña de Belgrano escoltados ambos por un regimiento de pardos y mulatos. Buenos Aires buscaba pactar una unión o alianza, el Imperio buscaba pactar una alianza más nunca la unión con Paraguay (26 de agosto de 1825).

Dos hermanos, Juan y Roberto Parish Robertson llegan a Paraguay y se lanzaron a una aventura paraguaya en la que contaron con la protección de Él Supremo hasta su expulsión en 1815 proveyendo alguna de la documentación existente de ese período histórico paraguayo.

Buenos Aires buscaba que Paraguay se integrara y acatar las órdenes del gobierno central bonaerense y fundamentaba esta necesidad de integración en la amenaza imperial portuguesa. Imperio que representaba en la óptica de Belgrano, una amenaza de un enemigo, que era común para ambos gobiernos. Todo debía firmarse, la unión, bajo el acta de capitulación de Takuary. Nunca se firmo acta similar y Paraguay reafirmó que era una República independiente y soberana. El virreinato no era más que un cadáver y sólo habrían de apoyar el surgimiento de una confederación.

“El Gran estómago rumiante que colgaba de un puerto”, Buenos Aires, habría de significar para Paraguay el que sería tragado vivo por los intereses bonaerenses. Para el Doctor Francia el Común, el pueblo en su conjunto, retomaría el poder que la Revolución imponía y nunca lo entregarían a los intelectuales alumbrados, a los jerarcas del patriciado.

Buenos Aires representaba para El Supremo:

“una nueva corona monárquica. Esta vez criolla. Sus más alumbrados intelectuales están desvinculados de las masas populares, como aquí mismo lo están los empingorotados jefes militares que señorean la junta.”
[10]

Los restos de la junta habrían de desaparecer durante los primeros años del gobierno de El Supremo y su poder sería eliminado de la política paraguaya, al igual que la influencia extranjera fue desterrada del país. Si Buenos Aires debía significar una unión para Paraguay, el líder de esta unión no sería otro que el gobierno del Yo-Él.

El desfile que sigue a la llegada de los emisarios de ambas amenazas en las fronteras del Paraguay no es más que una amenaza y una clara demostración de que Paraguay lucharía con armas en puño si de defender la soberanía se tratase. Su ejército no estaba armado con más que “cañones disfrazados y hombrecitos minúsculos”. La amenaza se resistiría y Correia y Belgrano cayeron en el engaño de un ejército “tan bien armando” como el de Napoleón.

El pueblo paraguayo estaba contento con su líder y soberano absoluto. Sus gracias y preocupación por el pueblo desde el inicio de su gobierno los había provisto de estancias de la patria para el cultivo de sus alimentos de subsistencia y dádivas eran otorgadas. Éstas se entregan y la obra menciona la entrega de 5,000 flautas a los alumnos de las escuelas públicas, como también la benevolencia y preocupación que el doctor Francia muestra por la viuda Gaspara Cantuaria de Arroyo. Esos son ejemplos de la benevolencia que todo gran caudillo habrá de tener para con el pueblo. No es necesario que el Común reviente de riquezas, simplemente que pueda vivir el día a día y así se asegurará la lealtad que todo caudillo necesita para su buen gobierno.

El Karaí Guasú de los guaraníes ha establecido un retorno místico y romántico a las raíces fundadoras de esos pueblos que antes del sometimiento de las Misiones Jesuíticas habían impuesto. El Supremo (Karaí Guasú) era ahora el cacique de las comunidades primitivas guaraníes.

El doctor Francia se vislumbró a sí mismo como un jacobino al estilo Robespierre durante todo su gobierno. El era el ejemplo clásico del Termidor latinoamericano. Sus políticas eran en realidad un reflejo del socialismo francés de la época de Babeuf en su intento utópico por creación de tierras comunales y por la eliminación de la propiedad privada que detentaban los criollos.

Roa Bastos criticó su poder autoritario y su obra es el reflejo de una dictadura que acabó monstruosamente con el poder de la elite y sojuzgó los intereses de los paraguayos comunes.

Los líderes de la Junta con los cuales gobernó poco a poco fueron juzgados y el 17 de julio de 1820 Yegros fue ajusticiado junto a Pedro Caballero, último que se suicidó.

Sergio Guerra Vilaboy, jefe del departamento de historia de la Universidad de la Habana, utiliza sus investigaciones del Paraguay de Él Supremo para ilustrar como el establecimiento de un gobierno al estilo del Babeuf socialista se había establecido y se emplea de la dialéctica marxista para ilustrar a Francia como un precursor del socialismo latinoamericano de su patria. Sus éxitos y alcances son reflejados como grandes avances alcanzados por este personaje dual. Su realidad en término de los avances alcanzados por Rodríguez de Francia no escapa de la retórica que acertadamente utiliza todo buen marxista.


El libro Yo El Supremo es una narración que recaba a lo largo de sus páginas el mundo irreal bajo el que vivió Jose Gaspar Rodríguez de Francia. Un mundo en el cual su poder dual aisló a la naciente república de las libertades y que a la vez acabó con toda una población criolla y peninsular. Su Termidor fue siempre atacado por Roa Bastos y esta novela histórica latinoamericana partió de hechos históricos convertidos en una de las más importantes relaciones históricas del Paraguay post-independencia.

[1] Yo El Supremo. Augusto Roa Bastos. Siglo Veintiuno Editores. 1987. p7
[2] Ídem. p10
[3] Ídem. p65
[4] Ídem. p43
[5] Ídem. p38
[6] Ídem. p173
[7] Ídem. p47
[8] Ídem. P205
[9] Ídem. p85-87
[10] Ídem. p226

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