No hay ningún fantasma (“El fantasma de la guerra” Américo C. Rivas. El Periódico. 16 de julio de 2006), simplemente no hemos abierto los ojos. La guerra nunca ocurrió y fue un conflicto armado que se encargó por 36 años de infundir temor y ansias de venganza en nuestra población.
Yo soy un mestizo y soy en parte indio. Soy de clase media y por lo tanto nunca fui ni rico ni pobre. Soy de la Marroquín y apenas y puedo pagar mis cuotas. No tengo familia en el ejército y tampoco en la guerrilla.
El “fantasma” no es nada más que el constructo de miedo que hemos creído nos rodea. La guerra es algo que debemos borrar de nuestras mentes y el pensar que los Acuerdos de Paz son la solución es el primer paso que debemos cambiar. Esos acuerdos simplemente buscaban crear una disyuntiva aún mayor entre todos los guatemaltecos y dividirnos como “iguales ante la ley”.
No culpemos a nuestra herencia española por ser un país excluyente y pobre. Culpemos a nuestras instituciones y al pútrido sistema que nos hemos encargado de ensalzar. La solución no se encuentra en la “reconciliación social”, sino en exigir a nuestros que representantes respeten la Constitución y nuestros derechos como individuos.
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