Wednesday, December 28, 2005

Lo protervo se corta desde la raíz

Yendo a través de las página de la, para mí afable, revista Reason del mes de noviembre de 2005 encontré un breve comentario escrito por Jesse Walter (escritor de op-eds de renombre mundial y autor del libro Rebels on the Air: An Alternative History of Radio in America).

El artículo comentaba una de las decisiones que el presidente ucraniano, Viktor Yushchenko, había tomado respecto a la corrupta policía de tránsito de su país. Su decisión: eliminarla y mandar a los policías a casa.

El resultado: las estadísticas de accidentes, muertos y heridos no iniciaron un crescendo y de hecho se mantuvieron estables.

Nuestra Emetra creo funciona en una manera muy eficiente y apenas estamos viendo su trabajo. Pero en lo primero que pensé fue en los cientos de execrables y corruptos que tememos nos ataquen al conducirnos en las carreteras del país, además de los cientos de crímenes corruptibles que a diario engendran.

¿Será acaso una solución eliminar y mandar a casa a nuestra PNC? Quizá deberíamos enviar a nuestro tan deleznable presidente y a los rústicos y prosaicos congresistas a un viaje al interior del país para que ellos también encuentren el albor de una decisión que acabe con el miedo de los ciudadanos dignos y trabajadores de conducirse con tranquilidad en las carreteras.

Wednesday, December 07, 2005

Yo el Supremo por Augusto Roa Bastos

"It is a paradox that every dictator has climbed to power on the ladder of free speech. Immediately on attaining power each dictator has suppressed all free speech except his own." Herbert Hoover

Augusto Roa Bastos nació en la ciudad de Asunción, Paraguay el 13 de junio de 1917 y falleció en la misma ciudad el 26 de abril de 2005 luego de haber vivido en el exilio cuando se estableció la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay.

A lo largo de su carrera Roa Bastos recibió varios premios a las letras entre los que se encuentran el Concurso Internacional de Novelas Editorial Losada en 1959, el Premio de las Letras Memorial de América Latina en Brasil el año de 1988 y el Premio Cervantes a la Literatura en el año de 1989.

Roa Bastos fue un poeta, un novelista, un dramaturgo y un historiador que tuvo frutos literarios en todas las áreas literarias que abarco. Su obra cumbre la finalizó en 1974 y la tituló Yo el Supremo.

Yo el Supremo presenta una reseña histórica a la vida política del que fuera el Dictador Supremo paraguayo a lo largo de 26 años: José Gaspar Rodríguez de Francia. Su obra es un claro ataque al autoritarismo y una crítica al poder. Es un ataque a la represión que se vivió en el país por 26 años y es una visión equilibrada que se basa en el uso de la prosa y la palabrería para relatar la historia del doctor Francia desde la perspectiva de las víctimas de su régimen. Todo esto recorrido a lo largo de las anotaciones recabadas en su Cuaderno Privado.

Es así que la obra es escrita en una especie de discurso-dictado, como ha sido claramente demostrado por críticos de su obra a lo largo de toda latino América, en el que Él Supremo relata sus pensamientos a través de afirmaciones sucedidas de contradicciones que Roa Bastos utiliza para ejemplificar la mística ficción con que El Supremo gobernó por 26 años.

El caudillismo latinoamericano es el producto del rompimiento que el continente americano realizó a inicios siglo XIX con la metrópoli española. El surgimiento de un poder criollo en busca de reafirmar sus intereses político y socioeconómicos se mostró representado en la elevación al poder de figuras paternalistas que reflejaban la ausencia de una cabeza de estado, que antaño fuese el lejano rey en la madre patria.

Por más de 50 años a lo largo de toda América la sucesión de gobiernos apoyados por la ruptura del orden y la ley permitió el ascenso de figuras militares y de poder criollas que se asieron en el poder del gobierno y establecieron regímenes perpetuos dictatoriales, que se remontan a la república romana como la figura de un magistrado extraordinario con poderes ilimitados presente en los períodos de guerra.

Luego de que los países latinoamericanos declaran su independencia de la corona española le sucede un período de inestabilidad política y anarquismo en el cual el sustento del poder está basado en débiles hilos que atan a las autoridades tradicionales al poder.

Esta ausencia de un poder que defendiese a los nacientes estados da lugar al ascenso de un poder caudillista que habría de defender los intereses y libertades de los nuevos estados. Este poder estaría centralizado en figuras que tomarían el control absoluto y dictatorial del poder y restablecerían el orden social luego de eliminadas las amenazas exteriores por países vecinos o por la corona española.

Paraguay no escapó a este sistema en constante amenaza por las naciones vecinas y desde antaño miraba amenazadas sus salidas comerciales al mundo exterior. Paraguay vio como era amenazada por dos frentes principales que provenían de las Provincias del Río de la Plata al sur y del imperio brasileño al este.

Fue así que el establecimiento de un poder caudillista similar al que se aplicaba ya en el resto de países latinoamericanos encontró cuna en la ciudad de Asunción en el año de 1814 con el otorgamiento de poderes dictatoriales al doctor Francia. Luego de la independencia paraguaya en 1811 y el establecimiento de una Junta de Gobierno el rápido ascenso y control del gobierno por un erudito ilustrado como era José Gaspar Rodríguez de Francia le permitió acaparar primero el control de la mitad del ejército y armamento disponible como Encargado de Asuntos Exteriores paraguayo. Finalmente le otorgó tres años de poder absoluto como cónsul en la que abría de ser la primera república de América Latina y que estaría bajo su control hasta 1840.

Sus políticas caudillistas le otorgaron el poder de crear una policía secreta, cerrar las fronteras de la república al ingreso del comercio y personas del exterior moviendo al país entero a una economía de autosuficiencia. Francia eliminó el poder de la Iglesia católica que representaba el antiguo poder de las elites criollas y se nombró cabeza de la iglesia paraguaya, siendo luego excomulgado por el Papa. Se decidió a eliminar paulatinamente la presencia española y luego de un sistema de arrestos, torturas y asesinatos se aseguró el control de 26 años de gobierno y la eliminación del poder criollo o el español en la república.

En el mismo momento en países vecinos a Paraguay se había establecido ya sistemas caudillistas en Perú, Bolivia y el Río de la Plata que variaron mucho del sistema establecido por el Doctor Francia.

El sistema paraguayo del Dr. Francia se estableció con la existencia de una elite político-económica débil luego de la destrucción de los estamentos conformados por los peninsulares, los criollos y la Iglesia pre-independentistas. En Perú, Bolivia y el Río de la Plata se conservaron estos estamentos y la Iglesia mantuvo su existencia como un representante de los intereses conservadores del país.

En Paraguay se mostró un rápido ascenso de una baja burguesía que ascendió al control de los medios de producción y adquirió las propiedades que pertenecían a los conventos y seminarios de la Iglesia Católica, Iglesia que debió someterse al gobierno paraguayo, con Francia como jefe eclesiástico.

Perú, Bolivia y el Río de la Plata continuaron dependiendo del comercio exterior con los países europeos mientras que Paraguay se sumió rápidamente en un sistema económico de autosuficiencia e incluso de subsistencia alejándose cada vez más del comercio exterior. Comercio que se mantuvo bajo el control directo del gobierno y que se encontraba regulado por el Dr. Francia en sus anotaciones de debe-haber del Cuaderno Privado.

La obra inicia con un pasquín realizado por traidores al gobierno de Francia. Este pasquín representa desde el inicio los intereses de los criollos a los que acusa de utilizar la escritura para refrendar un ataque directo contra su gobierno. Francia acusa a los redactores de este pasquín de ser los culpables, pues ellos son los únicos capaces de cometer semejante crimen contra Paraguay.

“¡Qué libros va a haber aquí fuera de los míos!”
[1] Este es claramente un mensaje directo a que la oralidad habrá de estar presente en el relato de la obra, siendo así que el juego de palabras y su deformación parodiada servirán de modelo para expresar su intento de regresar a la tradición oral y por lo tanto social del Paraguay guaraní pre-colonial.

A lo largo del libro se presenta el relato del gobierno de Rodríguez Francia comentando el desarrollo de su gobierno y las afrentas externas provenientes del sur y del este que amenazan la soberanía de su república. Aunada a la amenaza que presentan los poderes criollos aún existentes en el Paraguay.

En palabras del Doctor Francia los criollos: “Profetizaron convertir a este país en la nueva Atenas. Areópago de las ciencias, las letras, las artes de este Continente. Lo que buscaban era en realidad bajo tales quimeras entregar el Paraguay y al mejor postor… ¡Areópagos a mí! ¡A la cárcel, collones!”
[2]

El Supremo se dedica luego a iniciar el dictado a Patiño de sus palabras para ser escritos en el Cuaderno Privado en el que se habrá de dar cuenta de todo y se pagará hasta el último céntimo. Cuaderno Privado que representa que la escritura está en sus manos, por lo tanto en sus manos está el poder mismo.

El Cuaderno Privado es un balance exacto de las cuentas del país. No es un diario de historias ficticias, ni mucho menos de pensamientos simplemente es un recuento del haber-debe del país.

El Supremo surge aquí como la
fuente dupla guaraní del Yo-Él. Es el nacer guaraní de las dos almas de todos los seres, un alma que es material y la otra que es verbal. Un alma que representa al gobernante y otra que represente a los gobernados, ambos, bajo su nombre. José Gaspar Rodríguez de Francia gobierna y es el gobierno mismo. “El Yo sólo se manifiesta a través del Él. Yo no me hablo a mí. Me escucho a través de Él.”[3]

El relato de Francia representa el ascetismo con el que vivió a lo largo de su gobierno y refleja sus ideales de retornar a la vida guaraní de subsistencia y de paz alejándose cada vez más del poder escrito impuesto por los europeos y sus gangrenosos intereses comerciales.

Se presenta a Asunción como el centro de gobierno en el que se desarrolla la novela entera y se refiere en esta los festivales ofrecidos a los visitantes de las Provincias y del Imperio. “Asunción ciudad-capital. Fundadora de pueblos. Amparo-reparo de la conquista.”
[4] Se presenta también el sitio en donde habrían de encontrarse viviendo en condiciones infrahumanas los últimos sobrevivientes del antiguo régimen en Tevegó que es descrita como un área sucia, desértica, insana, perniciosa y tórrida plagada de aquellos que trataron de acabar con el régimen que el pueblo mismo había establecido.

Francia siempre pensó de si mismo como un:

“Gobernante Supremo, también soy vuestro padre natural. Vuestro amigo. Vuestro compañero. Como quien sabe todo lo que se ha de saber y más, les iré instruyendo lo que deben hacer para seguir adelante. Con órdenes si, más bien con los conocimientos que les faltan sobre el origen, sobre el destino de nuestra Nación.”
[5]

Francia era un ilustrado y por lo tanto:
“Me acusaron reo de la sociedad. Promotor subversivo de novedades, de divisiones, de enfrentamientos. A ver, señores militares y aristócratas, no basta dar cualquier nombre a las cosas… ¿por un verdadero Gobierno surgido de un Congreso General en el que estén representados todos los ciudadanos? ¿Por qué han de tachar de subversivo a quien propone que las autoridades sean elegidas por asambleas ampliamente populares?”
[6]

Es este Gobernante Supremo, persona segura del poder que detenta. Cree de si mismo el enviado para dirigir a un pueblo carente de los conocimiento necesarios para escribir el futuro de una Nación entera que clamó su auxilio al solicitarle regresara como líder del gobierno ante la amenaza porteñista.

“Investido del Poder Absoluto, El Supremo Dictador no tiene viejos amigos. Sólo tiene nuevos enemigos. Su sangre no es agua de ciénaga ni reconoce descendencia dinástica. Esta no existe sino como voluntad soberana del pueblo, fuente del Poder Absoluto, del absolutamente poder.”
[7]

Es Él Supremo el único que como: “director y jefe civil, apareciera como el árbitro de la conciliación frente a las fuerzas en pugna para la institucionalización del país.”
[8] Sólo el detentaba el conocimiento y sabiduría para la institucionalización del país. Nadie más que él.

En referencia a la amenaza que representan los poderes extranjeros para Paraguay El Supremo se encarga de decir de ellos:

“Estados extranjeros. Gobiernos rapaces, insaciables agarradores de lo ajeno. Su perfidia y mala fe las tengo de antiguo bien conocidas. Llámese Imperio del Portugal o del Brasil… El pantagruélico imperio de voracidad insaciable sueña con tragarse al Paraguay igual que un manso cordero… La Banda Oriental. Sus bandas de forajidos fueron los que ayudaron a cerrar aún más el bloqueo de la navegación… La Hidra de Plata es precisamente la única que sigue insistiendo en su afán de apropiarse del Paraguay. Para destruirlo, mutilarlo, cercenarlo, ya que no ha conseguido anexarlo al conjunto de las pobres provincias sofocadas entre sus tentáculos.”
[9]

Por lo tanto Paraguay habría de acabar con estos poderes y enviarles un mensaje de que nunca habrían de someterse a España, Lima, Buenos Aires, Brasil u otra potencia extranjera que pretenda sojuzgarlos.

El Imperio había mandado a Mantel Correia da Cámara junto a la misión porteña de Belgrano escoltados ambos por un regimiento de pardos y mulatos. Buenos Aires buscaba pactar una unión o alianza, el Imperio buscaba pactar una alianza más nunca la unión con Paraguay (26 de agosto de 1825).

Dos hermanos, Juan y Roberto Parish Robertson llegan a Paraguay y se lanzaron a una aventura paraguaya en la que contaron con la protección de Él Supremo hasta su expulsión en 1815 proveyendo alguna de la documentación existente de ese período histórico paraguayo.

Buenos Aires buscaba que Paraguay se integrara y acatar las órdenes del gobierno central bonaerense y fundamentaba esta necesidad de integración en la amenaza imperial portuguesa. Imperio que representaba en la óptica de Belgrano, una amenaza de un enemigo, que era común para ambos gobiernos. Todo debía firmarse, la unión, bajo el acta de capitulación de Takuary. Nunca se firmo acta similar y Paraguay reafirmó que era una República independiente y soberana. El virreinato no era más que un cadáver y sólo habrían de apoyar el surgimiento de una confederación.

“El Gran estómago rumiante que colgaba de un puerto”, Buenos Aires, habría de significar para Paraguay el que sería tragado vivo por los intereses bonaerenses. Para el Doctor Francia el Común, el pueblo en su conjunto, retomaría el poder que la Revolución imponía y nunca lo entregarían a los intelectuales alumbrados, a los jerarcas del patriciado.

Buenos Aires representaba para El Supremo:

“una nueva corona monárquica. Esta vez criolla. Sus más alumbrados intelectuales están desvinculados de las masas populares, como aquí mismo lo están los empingorotados jefes militares que señorean la junta.”
[10]

Los restos de la junta habrían de desaparecer durante los primeros años del gobierno de El Supremo y su poder sería eliminado de la política paraguaya, al igual que la influencia extranjera fue desterrada del país. Si Buenos Aires debía significar una unión para Paraguay, el líder de esta unión no sería otro que el gobierno del Yo-Él.

El desfile que sigue a la llegada de los emisarios de ambas amenazas en las fronteras del Paraguay no es más que una amenaza y una clara demostración de que Paraguay lucharía con armas en puño si de defender la soberanía se tratase. Su ejército no estaba armado con más que “cañones disfrazados y hombrecitos minúsculos”. La amenaza se resistiría y Correia y Belgrano cayeron en el engaño de un ejército “tan bien armando” como el de Napoleón.

El pueblo paraguayo estaba contento con su líder y soberano absoluto. Sus gracias y preocupación por el pueblo desde el inicio de su gobierno los había provisto de estancias de la patria para el cultivo de sus alimentos de subsistencia y dádivas eran otorgadas. Éstas se entregan y la obra menciona la entrega de 5,000 flautas a los alumnos de las escuelas públicas, como también la benevolencia y preocupación que el doctor Francia muestra por la viuda Gaspara Cantuaria de Arroyo. Esos son ejemplos de la benevolencia que todo gran caudillo habrá de tener para con el pueblo. No es necesario que el Común reviente de riquezas, simplemente que pueda vivir el día a día y así se asegurará la lealtad que todo caudillo necesita para su buen gobierno.

El Karaí Guasú de los guaraníes ha establecido un retorno místico y romántico a las raíces fundadoras de esos pueblos que antes del sometimiento de las Misiones Jesuíticas habían impuesto. El Supremo (Karaí Guasú) era ahora el cacique de las comunidades primitivas guaraníes.

El doctor Francia se vislumbró a sí mismo como un jacobino al estilo Robespierre durante todo su gobierno. El era el ejemplo clásico del Termidor latinoamericano. Sus políticas eran en realidad un reflejo del socialismo francés de la época de Babeuf en su intento utópico por creación de tierras comunales y por la eliminación de la propiedad privada que detentaban los criollos.

Roa Bastos criticó su poder autoritario y su obra es el reflejo de una dictadura que acabó monstruosamente con el poder de la elite y sojuzgó los intereses de los paraguayos comunes.

Los líderes de la Junta con los cuales gobernó poco a poco fueron juzgados y el 17 de julio de 1820 Yegros fue ajusticiado junto a Pedro Caballero, último que se suicidó.

Sergio Guerra Vilaboy, jefe del departamento de historia de la Universidad de la Habana, utiliza sus investigaciones del Paraguay de Él Supremo para ilustrar como el establecimiento de un gobierno al estilo del Babeuf socialista se había establecido y se emplea de la dialéctica marxista para ilustrar a Francia como un precursor del socialismo latinoamericano de su patria. Sus éxitos y alcances son reflejados como grandes avances alcanzados por este personaje dual. Su realidad en término de los avances alcanzados por Rodríguez de Francia no escapa de la retórica que acertadamente utiliza todo buen marxista.


El libro Yo El Supremo es una narración que recaba a lo largo de sus páginas el mundo irreal bajo el que vivió Jose Gaspar Rodríguez de Francia. Un mundo en el cual su poder dual aisló a la naciente república de las libertades y que a la vez acabó con toda una población criolla y peninsular. Su Termidor fue siempre atacado por Roa Bastos y esta novela histórica latinoamericana partió de hechos históricos convertidos en una de las más importantes relaciones históricas del Paraguay post-independencia.

[1] Yo El Supremo. Augusto Roa Bastos. Siglo Veintiuno Editores. 1987. p7
[2] Ídem. p10
[3] Ídem. p65
[4] Ídem. p43
[5] Ídem. p38
[6] Ídem. p173
[7] Ídem. p47
[8] Ídem. P205
[9] Ídem. p85-87
[10] Ídem. p226

"La Hidra Mexicana" en La Sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán

Los años veinte mexicanos serán recordados en los murales y las obras cubistas de Diego Rivera y en la imagen caprichosa de Frida Kahlo, de quienes no puedo evitar mencionar eran ambos comunistas; y en intelectuales como José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán que en sus plumas plasmaron la que fue toda una época de batallas, prosa y tragedias griegas de la historia latinoamericana.

Pero también los años veinte son el vestigio de un México que por diez años se había visto sumido en una cruenta lucha armada que rescindió, a palos y balas, con la dictadura de Porfirio Díaz Mori que a lo largo de más de seis lustros había impulsado la industrialización del país y había sembrado la paz a costa de la explotación y opresión de la población mexicana.

Con el ascenso al poder de Francisco Madero luego de que pronunciara en la ciudad de San Antonio, Texas el Plan de San Luis se inicia un camino en la que la historia recuerda como la Revolución Mexicana. Revolución que en palabras de Martín Luis Guzmán iba a probar ser exitosa cuando “sea ley en las ciudades y los campos, ya no habrá más ricos ni codiciosos, más ricos explotadores de la miseria del pobre, sino que todos seremos ricos buenos, ricos revolucionarios y útiles.”
[1]

Acompañando en la batalla a Madero, grupos intestinos liderados por Emiliano Zapata luchaban por la reivindicación de los derechos de tierra indígenas que habían sido pillados en este momento histórico cuasi anárquico.

Tras la renuncia de Porfirio Díaz cinco meses después se instaura un gobierno provisional con Francisco León de la Barra qué en 1911 le entregó la presidencia a Francisco Madero. Tan sólo dos años después en 1913 un golpe de estado asestado al gobierno maderista por Victoriano Huerta demostró que Madero había sido inhábil para pacificar el país y surgió un caudillo en el norte del país que formaría un “ejército pacificador”, este caudillo era Venustiano Carranza.

En el año de 1917 Venustiano Carranza luego de convertir su empresa en un éxito pacificador se encargó de forjar en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos un texto de por más liberal. Tres años después, el 21 de mayo de 1920 uno de sus ministros le dio muerte y tomó el poder luego de haber pronunciado el levantamiento en armas con el Plan de Agua Prieta.

Este ministro que durante el gobierno de Carranza estuvo a cargo del Ministerio de Guerra se llamaba Álvaro Obregón y su gobierno (1920-1924) se caracterizó por haber conciliado la pacificación del país. Es importante mencionar que durante su gobierno se aplicó la reforma agraria mexicana de 1915, de la que encontramos en la obra de Guzmán una referencia a tierras expropiadas a la “May-be Co.”

En el año de 1924 Álvaro Obregón (el Caudillo) fue asesinado y le sucede en el poder Plutarco Elías Calles (Hilario Jiménez). Meses antes, en diciembre de 1923 la rebelión militar había estallado y dos tercios del ejército eran partidarios de los insurrectos, en la novela, estos dos tercios de insurrectos se encontraban presentes en la Cámara de Diputados, creando quórum suficiente para tomar decisiones y entregar el poder a Aguirre.

Estados Unidos jugó un papel trascendental en esta rebelión militar y su gobierno apoyó al gobierno obrerista al realizar un bloqueo militar y dar armas necesarias para contener la rebelión, y a cambio de amplias concesiones a intereses económicos estadounidenses, se ratificaron los acuerdos de Bucareli y se restablecieron “relaciones armoniosas” con el país del norte.

Los secesionistas fueron derrotados y la aplicación de la ley fuga en el país acabó con la vida de 54 generales que se habían levantado en armas en el país llegando así a su fin el camino del progresismo político en México.

Martín Luis Guzmán, que desde 1913 había ido al norte luego del asesinato de Madero se unió a la causa de Francisco Villa y en 1915 debe ir al exilio en España cuando Venustiano Carranza lo aprehende, en donde toma parte de las agitaciones republicanas que derribarían a la monarquía. Guzmán fue un fuerte crítico de la sociedad mexicana y reconoció a lo largo de obra, en repetidas ocasiones, la ineptitud de los políticos mexicanos para gobernar.

Luego del fallecimiento de Venustiano Carranza, Martín Luis Guzmán regresa a México y se encauza como partidario de Adolfo de la Huerta (Ignacio Aguirre, quien también toma algunos aspectos históricos de la vida de Francisco Serrano) para tener que salir al exilio de nuevo en 1925.

La Sombra del Caudillo es reconocida como la obra cumbre de Martín Luis Guzmán y fue censurada por el gobierno mexicano hasta el año de 1990. Las razones de esta censura se encuentran en que fue un ataque directo y de raíz a la figura del caudillo mexicano, al presidente de la República. Este en realidad era tan sólo un ataque prosaico y en sus letras plasmó la figura omnímoda de la que gozaba el “hombre fuerte” en la lucha contra sus enemigos, venciendo a unos y nulificando a los demás.

En palabras de Antonio Castro Leal
[2] la figura del caudillo era una “fuerza moral; era ejecutiva, autoritaria, dictatorial. Su suprema autoridad era incontrastable porque los generales no tenían tropas que oponerle en un duelo militar, y porque los civiles –gobernadores, senadores y diputados – no les convenía hacerlo porque esa autoridad era el origen mismo de su propia situación”[3].

La figura caudillista a lo largo de la obra se encuentra plasmada en la sombra inmensa que fisga todas y cada una de las páginas de este libro. Se transforma en una serie de movimientos fugaces y tras telones durante la acción de toda la novela, y su decisión ante el acontecer de los hechos parece significar tanto o casi la providencia poderosa que todos desearían tener a su favor.

Los personajes principales de la obra son Hilario Jiménez e Ignacio Aguirre. El primero funge como Ministro de Gobernación del gobierno del Caudillo y es un hombre altivo y pretensioso del poder como sucesor del Caudillo. Este hombre, seguro de ser el valido caudillista, habrá de luchar por conseguir el poder sucesor y habrá de imponer sus intereses de forma arbitraria y porfiada.

Su contrincante, Ignacio Aguirre, es un joven de unos treinta años que tiene bajo su cargo el Ministerio de Guerra y que habrá de verse en un dilema existencial durante toda la novela en los deseos de sus seguidores por verlo en la presidencia y los deseos íntimos de él por ser fiel a la figura del pater familias mexicano.

La novela inicia en las calles de la ciudad de México cuando Ignacio Aguirre se dirige a la casa de Rosario, una chica que habrá de representar la inocencia y dulzura en la vida de Aguirre, así como también su lado humano e ingenuo. Aguirre era ya un hombre casado y enamoraba a esta chica en una liaison sutil y traviesa.

Luego, Aguirre aparece en una nueva escena conversando con su amigo Axkaná, que tomará el papel de la faz equilibrada, ilusa y prudente
[4] del Ministro de Guerra con quien está discutiendo si acepta la postulación a la presidencia.

Tiempo después se realiza un almuerzo en el restaurante de Chapultepec al que acuden Encarnación Reyes, un rudo general de división y jefe de las operaciones militares en el Estado de Puebla, y Olivier Fernández, un sagaz y astuto agitador político que lideraba el bloque Radical Progresista de la Cámara de Diputados y que durante su carrera política había sido ya alcalde de la ciudad de México y ex gobernador.

En este restaurante Olivier presenta su plan a Aguirre, segundo a quien quería postular como candidato a la presidencia de la mano de los “radicales progresistas y otros elementos afines” en oposición a la candidatura del general Hilario Jiménez.
[5]

Otro de los invitados a la reunión era López de la Garza, antes un abogado que toma las armas en la época de la Revolución y que se había convertido en el cerebro del Jefe de las Operaciones en el Estado de Puebla, convirtiendo a este estado en el bastión político-militar de los radicales progresistas.
[6]

Ya la candidatura de Aguirre se creía consumada y la que desde hacía ya dos años había sido la “voz de la calle”
[7] confirmaba el grito de “o Ignacio Aguirre o Hilario Jiménez.

Ahora “todos” los candidatos apoyaban a Aguirre y este empieza a escuchar cantos de “ya sabe usted mi general; usted cuenta conmigo para todito lo que se le ofrezca, de veras, sin recámaras. Soy de los que lo apoyamos con el corazón en la mano, no de falsos y traidores. Y si alguien le viene con el chisme de que yo ando o yo hablo con el general Jiménez, no cavile en eso; tómelo a broma; que, de hacerlo, es tan sólo para no dar a los otros pie por donde puedan sospechar.”
[8] Fue así que desfilaron en su oficina casi todos los jefes militares del país y le ofrecieron su apoyo como candidato para la presidencia mexicana.

¿En dónde estaban todos estos hombres cuando junto con doce otros habrían de caer uno a uno? Todos estaban en la oficina de Jiménez confirmándole su apoyo cuando sus posibilidades de sacar ventaja en el partido aguirrista comenzaban a diluirse.

Aguirre en un inocente y estúpido intento por mantener la amistad con el Caudillo lo visita y le asegura que no se cree digno de siquiera llamarse candidato a la presidencia como su sucesor. Por supuesto, este fue un desperdicio de su tiempo, porque en la política mexicana de la época, todo lo que se dijera caería en “papel mojado” tiempo después. Decepcionado Aguirre se retira sin poderse explicar cómo es que el Caudillo luego de diez años de serle fiel no hubiera querido creerle.

Axkaná, hábil en la política y un observador atento de los movimientos ocurridos en los asuntos de Aguirre, no le da importancia al encuentro con el caudillo y le parecía totalmente lógico el que el Presidente no le hubiese creído. Lo que le había preocupado en realidad era la actitud de Aguirre luego de la reunión pues demostraba su ingenuidad y arrebato sentimental.
[9]

Es aquí que Axkaná reconoce en su amigo la tragedia del político mexicano, aquel “cogido por la inmoralidad y mentira que él mismo ha creado; la tragedia del político, sincero una vez, que, asegurando de buena fe renunciar a las aspiraciones que otros le atribuyen, aún no abre los ojos a las circunstancias que han obligado a defender, pronto y a muerte, eso mismo que rechaza.”
[10]

Luego Aguirre se dirige a las oficinas del Ministro de Gobernación y le trata de asegurar que no está interesado en formar parte de la carrera presidencial. Jiménez le pone como condiciones que remueva a Encarnación Reyes para que no se atreva a levantarse en armas, porque sería obedeciendo a “órdenes de Aguirre”. Además, le pide que le entregue en el bolsillo el Partido Radical Progresista de Olivier y Axkaná.

Aguirre se opone a aceptar su propuesta y en cambio le ofrece su renuncia. Lógicamente, el que hiciera esto iba a tan sólo ensalzar los sentimientos de sus seguidores e Hilario no acepta su propuesta. En un quid pro quo que contendía a estos dos Ministros los resultados fueron que la “amistad” había llegado a su fin y la carrera política era ahora ya abierta.

Olivier obedeciendo a sus intereses políticos decide cambiar de partido e inicia un plan para pasarse del lado de Jiménez. Jiménez “necesitaba servirse de la facultad, suprema en la política como en la guerra, que más estimaba él entre las suyas: saber transformar en factores útiles de un plan nuevo las consecuencias adversas del plan de antes.”
[11]

Todo lo que Olivier pensaba hacer era abandonar a Aguirre acusándolo de estar reticente a aceptar la candidatura, luego pasarse al bando de Jiménez, siempre y cuando se dividiera el pastel conforme a sus intereses.

Aguirre que nunca había sido declarado por ningún partido formalmente como candidato habría de pasar al olvido cuando el Partido Nacional Radical Progresista y sus partidos afines apoyasen la candidatura de Jiménez.

Este cambio de afiliación política se daría sí y sólo si, el general Hilario Jiménez “garantice a dichos partidos los cuatro puntos siguientes: 1º, los dos tercios del número total de curules en el futuro Congreso Federal; 2º, el control de los poderes locales y municipales dondequiera que estos momentos dominan los radicales progresistas o sus afines; 3º, el Ayuntamiento de la ciudad de México; 4º, la mitad de las carteras del futuro Gabinete.”
[12]

Esto habría de significar para Jiménez la “entrega del país” al partido progresista y aceptó la propuesta al inicio, a cambio solicita que lo declaran el candidato oficial del partido a la Presidencia en la convención que se realizaría en Toluca por el Partido Radical Progresista.

Tiempo después de haberse hablado, Olivier se dirige a la oficina de Jiménez donde este último le declara que “he estudiado a consciencia sus proposiciones, que al principio tuve por aceptables; hoy veo que no lo son, y las rechazo”.
[13]

Jiménez se había percatado ya que no necesitaba de Olivier, a su parecer, México estaba en sus manos y podía prescindir de cualquier alianza con los radicales siempre y cuando las arcas del Tesoro estuvieran disponibles para comprar uno a uno a políticos estratégicamente dispuestos.

Se realiza la convención de Toluca que ratifica el apoyo a la candidatura de Jiménez y que había pasado por encima de los designios de Olivier de para todo y volver a apoyar a Aguirre. Olivier al final de la reunión debe salir huyendo y su auto es perseguido por hombres de, quien fuera su amigo y compañero político, Catarino Ibáñez.

Luego de un atentado contra la vida de Axkaná, Aguirre consigue la confesión del coronel Zaldívar que bajo órdenes de Jiménez le había mandado a torturar a Axkaná. La toma y la lleva ante el Caudillo. su respuesta fue un golpe al honor de Aguirre cuando niega la autenticidad de los hechos y declara que “Hilario, como funcionario y como hombre, está por encima de tales pequeñeces.”
[14]

Aguirre presenta su renuncia horas después y la batalla se lleva a la Cámara de Diputados en la que tenían mayoría y el quórum necesario para hacer caer el peso de la ley. Mientras tanto, Jiménez había ordenado acabar con el quórum de los radicales con la muerte de unos cuantos de los progresistas que lideraban el partido.

Protasio Leyva, Jefe de las Operaciones en el Valle de la ciudad de México, junto con los líderes del movimiento hilarista en el Congreso planean el complot contra los opositores y todo dependía de acabar con el quórum y la mayoría aguirrista.

Ahora la cacería humana iniciaba y se acabaría con esa hidra de sedicentes que atentaban contra los ideales revolucionarios,

“porque habéis de saber, os hablaré con franqueza, que brillaba hasta hace poco en lo más encumbrados puesto de la Revolución un hombre a quien todos atribuíamos incorruptibles virtudes cívicas y recia fe en el papel histórico que la patria señala a sus mejores hijos. Pero ha ocurrido que este hombre… anda ya en tratos estrechos con la reacción, cuyos intereses execrables se apresta a servir sin el menor escrúpulo. De modo que convertido así, por sorpresa, de compañero en rival, de amigo en enemigo, de patriota en traidor, su defección amaga seriamente la continuidad y el poder revolucionarios, puesto que con él traicionan cuantos elementos le son adictos, algunos de ellos dotados de gran vigor, algunos de capacidad no desdeñable.”
[15]

El complot que habría se asestarse en el Congreso falla y al día siguiente el capitán Adelaido Cruz visita a Olivier Fernández. El capitán había resuelto contar parte por parte el plan de Protasio Leyva contra la vida de los diputados aguirristas. ¿Pero por qué razón habría de venir a confesarle la planeación del crimen? ¿Había sido tan sólo una emboscada para confundir a Olivier, Aguirre y sus seguidores?

A Aguirre ahora no le quedaba otro camino que levantarse en armas y el Caudillo terminó de abrir de par en par las arcas del Tesoro.

Ahora López de la Garza, Olivier Fernández y los generales sin cargo activo ni tropas proponían el levantamiento en armas y la postura defendida por Julián Elizondo que prefería no precipitar las cosas y seguir haciendo adeptos entre los generales y coroneles no comprometidos.
[16]

La discusión continua y se aclara a gritos que esta era una batalla de los políticos en la que el pueblo no tomaría parte por causa de su indiferencia, esa era una batalla en la que la nación no se batía; “se bate el ejército, y del Ejército, no puede ponerse en duda, lo más no está aún con nosotros. Conviene pues seguirlo trabajando.”
[17] En palabras de Elizondo, no estaban listos para lanzarse contra el caudillo y sus designios omnímodos. Eran muy débiles aún y era un arma muy peligrosa.

En México el pueblo no contaba, el sufragio no existía. Tan sólo existía “la disputa violenta de los grupos que ambicionaban el poder, apoyados a veces por la simpatía pública. Esa es la verdadera Constitución Mexicana; lo demás, pura farsa.”
[18]

Días después Jáuregui, el jefe del 16º Batallón, llega a la casa de Aguirre y le comenta que Leyva a primera hora de la noche lo habrá de apresar y acusar de en un juicio sumario que los sentenciaría a la última pena.

Aguirre tenía dos caminos, o trasladarse a Toluca donde lo protegería Elizondo, o a Puebla con Encarnación.

Se traslada a Toluca en donde Elizondo lo traiciona obedeciendo a intereses de política real. Elizondo de haberlo apoyado se hubiera visto expuesto. Pero, entregándolo como prisionero al costo de una simple traición más se estaba asegurando el triunfo de un posible ministerio en el futuro.
[19]

Lo toma prisionero junto a los otros y lo envían como prisionero de guerra de regreso a México. En el trayecto de regreso a la ciudad de México son detenidos y bajados del camión. Uno a uno se les da un golpe mortal y en el Gran Diario tan sólo se habló de una intentona de sublevación que fue rápidamente controlada. “Este Gobierno guardó siempre actitud serena; nunca molestó a quien se hacía llamar candidato radical progresista; dio amplias garantías; hizo ver cuál era el camino del patriotismo, y ofreció que el voto público sea respetado.”
[20]

La novela se convierte ahora en una tragedia griega, Aguirre esperó la bala en quietud absoluta, “que en aquella fracción de instante se admiró a sí mismo y se sintió –solo ante el panorama, visto en fugaz pensamiento, de toda su vida revolucionaria y política –lavado de sus flaquezas. Cayó porque así lo quiso, con la dignidad con que otros se levantan.”
[21]

En conclusión la temática de esta novela es el reflejo del poder que el oportunismo político jugó en México durante los años post-revolucionarios. Es el reflejo de la maquinación de la política de una nación que para entonces tenía ya más de catorce millones de habitantes y que era manejada al antojo de los intereses de unos cuantos políticos que vivían a la sombra caudillista.

Es el reflejo de un México que viviría plagado por la corrupción y la perpetuación de un gobierno de hidras zafias que manejarían por décadas el país a su gusto y antojo haciendo y deshaciendo la Constitución Mexicana que era sostenida tan sólo por el poder de las armas y no del sufragio ciudadano.

La lista de defunción del juicio sumario leía así: general de división Ignacio Aguirre; general de brigada Agustín J. Domínguez, gobernador de Jalisco; señor Eduardo Correa, presidente municipal de la ciudad de México; señores licenciados Emilio Olivier Fernández y Juan Manuel Mijares, diputados al congreso de la Unión; ex generales Alfonso Sandoval y Manuel D. Carrasco; capitanes Felipe Cahuama y Sebastián Rosas, y señores Remigio Tarabana, Alberto Cisneros y Guillermo Ruiz de Velazo. Descansen en paz.


[1] La Sombra del Caudillo. Martín Luis Guzmán. Editorial Porrúa. México, 1982. p. 100
[2] Nació en San Luis Potosí, el 2 de marzo de 1896 y falleció en México, D.F., el 7 de enero de 1981. Licenciado y doctor en derecho por la Universidad Nacional, y doctor en filosofía por la Universidad de Georgetown.
[3] La Sombra del Caudillo. Martín Luis Guzmán. Editorial Porrúa. México, 1982. p. xi
[4] “El alma de Axkaná era evocativa, soñadora; por un momento voló también, y su vuelo, a influjo de la perspectiva que lo inspiraba, fue un poco azul y quimérico, un poco triste como la mancha gris del Castillo (el de Chapultepec) sobre la regia pirámide de verdura.” Ídem. p.25
[5] Ídem. p.31
[6] Ídem. p.31
[7] “No la voz de la nación: la voz de la calle, la voz de la malicia populachera, que suscitaba ambiciones y pasiones a fuerza de adelantarse a vaticinarlas”. Ídem. p. 45
[8] Ídem. p. 46
[9] “Que el Presidente no hubiese creído las protestas con que su ministro rechazaba la presidencia futura era un hecho casi lógico. Justamente así que tenía que ser. Pero lo que sí le sorprendió fue que su amigo, lastimado por tales dudas, se entregara al arrebato. Un desahogo casi sentimental…” Ídem. p.56
[10] Ídem. p.57
[11] Ídem. 73
[12] Ídem. p. 74
[13] Ídem. p. 76
[14] Ídem. 153
[15] Ídem. p.166-167
[16] Ídem. p. 199
[17] Ídem. p. 200
[18] Ídem. p. 203
[19] Ídem. p. 222
[20] Ídem. p. 225
[21] Ídem. 239

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